Muchas veces nos preguntamos dónde está Dios, y resulta que Dios está a nuestro lado y no somos capaces de verle.
En ocasiones queremos imaginar el rostro de Jesús y, tal vez, olvidamos que Jesús toma miles de caras y rostros, tantas como las de mujeres y hombres que hay en nuestro mundo.
Siempre estamos buscando el rostro de Jesús |
Pero Jesús en especial toma un rostro: primordialmente toma el rostro de aquel que se acuesta con hambre, o supervive en condiciones infrahumanas, o jamás pisará una escuela, o sufre ante la enfermedad de su hijo por no saber que darle, o está postrado en una cama maltratado por la enfermedad, o llora ante la impotencia de la soledad y desesperanza, o el rostro de aquél que tal vez jamás ha sonreído.
Fijaos lo que contaba madre Teresa de Calcuta:
“Hace años, por la calle , vi a una niña aterrorizada y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: ¿Por qué permites estas cosas?, ¿por qué no haces nada para solucionarlo?.
Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió: Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti. Ese día descubrí que mi vida tenía sentido en la medida que me diera generosamente al que tengo a mi lado; Y es así, nos ha hecho a nosotros para ser esa caricia, ese beso, ese te quiero de Dios a toda la humanidad. Dios nos ha hecho para hacer , cada día, un milagro de amor”.
María Teresa de Calcuta |
Basta con abrir un poco los ojos para descubrir que todos los días podemos hacer un milagro, yo conocí a un cura que dando un sencillo caramelo realizaba el milagro de dibujar una sonrisa en los labios de los niños y sus padres...
...y conozco a voluntarios que, con su esfuerzo y Caridad realizan el milagro de hacer felices a muchas familias que son acogidas...
...y conozco a visitadoras de enfermos que se desviven dando lo mejor de ellas a los ancianos y que son milagros de vida y esperanza...
... y me conmueve el milagro de los miembros de Cáritas que se donan y quiebran la cabeza para poner la ofrenda de todos al servicio de los más pobres...
... y me interpela el ejemplo de tantos catequistas que dan lo mejor de ellos para evangelizar a los más jóvenes...
... y me emociono ante el recuerdo entrañable de un grupo de amigos que, trabajando para su Cofradía y hermanos, descubrieron que el camino que hicieron juntos no se podrá borrar.
¿ Y qué me decís del milagro de esas monjas que desde la clausura oran por nuestro mundo, o de esas religiosas que pasan la noche entera velando a los enfermos, o de esos sacerdotes que llevan años haciéndose eucaristía en sus parroquias, o de esos padres que educan a sus hijos en la fe con entusiasmo y alegría?
¿Cuántos milagros verdad?.
Permitidme que termine esta reflexión con una sencilla oración que leí hace años, decía así:
Señor gracias por el milagro de vivir, por el milagro de sentir, por el milagro de oír, por el milagro de reír,… y gracias sobre todo porque yo puedo ser un milagro para el mundo.
Buena semana a todos, hagamos estos días un milagro de AMOR.