Por tal motivo os hacemos llegar esta Entrada Especial dedicada a Él, en la que hallaremos“Reflexiones” y “Conclusiones” que seguro nos van a ayudar a acercarnos más a nuestro Padre, y a comprender mejor lo que significa el hecho de que Él dió su vida por todos los hombres en la Cruz, con un inmenso AMOR gratuito.
Stmo. Cristo del Amor |
La información que a continuación se relata ha sido extraída del Libro "Reflexiones ante Cristo Crucificado", obra de Antonio Soto Cartaya y José María Rodríguez-Izquierdo y contenido en la interesantísima Web Formación Cofrade
Portada del Libro |
REFLEXIONES
REFLEXIÓN PRIMERA El Misterio de la Cruz es el Misterio del amor llevado al extremo, por nuestro Padre Dios, hacia nosotros los hombres. Además es enseñanza para la humanidad de cómo hemos de estar dispuestos a llegar al desprendimiento de todo por amor. La Cruz no sólo es la cátedra en la que se nos revela la salvación del mundo, sino también la cátedra desde la que Jesús nos enseña cómo debe ser nuestra vida llena de amor, del que no espera nada a cambio.
Interpretación del Misterio de la Cruz |
REFLEXIÓN SEGUNDA La Cruz es alegría, porque gracias a ella hemos alcanzado la vida. No es necesario vivir la Cruz como la vivió Nuestro Señor Jesucristo; pero sin embargo, es necesario que estemos dispuestos a crucificarnos en nuestras pequeñas o grandes cruces que la vida nos depare cada día, diciéndole a Dios lo mismo que Jesús: “Si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Evangelio de Marcos 14,36). La Cruz no hay que buscarla, pero sí hay que abrazarla por amor, y así se convertirá en alegría.
Él abrazó la Cruz por AMOR |
¡Qué importante para nosotros es la Cruz! |
REFLEXIÓN TERCERA Todo cristiano, si de verdad quiere vivir en el mundo de modo consecuente con su fe, tiene que estar dispuesto a ayudar a todos a llevar la Cruz de cada día, con mucho amor, y con la alegría de saber que lleva a cabo el mandamiento de Dios, cuando Jesús dice: “Amaos los unos a los otros, como yo os he amado” (Evangelio de Juan 13,34). Al tomar la Cruz de cada día nos unimos a Dios por medio del ejercicio del amor, único camino de salvación, y única manera de vivir la amistad y el sentimiento de los hijos de Dios.
Amistad en torno a la Cruz |
REFLEXIÓN CUARTA Donde esté un cristiano desarrollando su trabajo o profesión, debe ser el testimonio de un cumplimiento lo más perfecto posible; y si comete algún error, asumirlo con humildad, sin desviar hacia otro su responsabilidad. Tiene que tener muy claro, al ejercer su trabajo o profesión, que está dando un servicio al hermano, al que debe su amor, y esto se ha de manifestar en un trato exquisito y una actuación impecable. No vale poner excusas de que ya ha terminado la jornada o de que no le corresponde, para no prestarle nuestra atención que merece, como hijo de Dios y hermano nuestro. Hay que ver en el que nos necesita por cualquier circunstancia a Cristo en la Cruz, que en ese momento nos llama.
Tengamos en cuenta que esta será la Cruz que debemos abrazar con la alegría del que sabe que, al atender a un semejante, se está atendiendo al mismo Jesús que dijo: “...lo que hagáis con alguno de estos a mí me lo hacéis...” (Evangelio de Mateo 25,40).
Amor en lo que se hace |
La gran Familia del Amor |
REFLEXIÓN QUINTA El primer lugar donde se ha de notar que hay cristianos es en la familia. Si es el padre, no debe ser prepotente, pero ha de ejercer su autoridad con un testimonio personal, dispuesto a servir a todos los miembros de la familia, imitando a Jesús, que también sirvió a los suyos. Si se trata de la madre, como el padre, debe ejercer, con las mismas características de humanidad, su autoridad. Los dos han de tener muy presente que, en lo posible, se viva la fe en la familia, como Iglesia doméstica (Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Iglesia, n.11). En cuanto a los hijos, han de tener muy presente el “cuarto mandamiento”, procurando cuidar, atender, demostrar cariño y respeto a padres y abuelos, y a cuantos mayores formen parte de la familia; porque ellos, aunque tengan defectos, necesitan ser amados, y son presencia del mismo Cristo. Que se note en la familia que son cristianos por el amor y la alegría que reine en ella.
Nuestra Madre, testigo del Amor en las Familias |
REFLEXIÓN SEXTA Recordemos las palabras de Jesús: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su Cruz cada día, y se venga conmigo” (Evangelio de Lucas 9,23); y precisamente a esto estamos obligados los que libre y voluntariamente somos cristianos. Ante esta exigencia, podremos fallar una y mil veces, pero nuestra postura debe ser la de abrazarnos a la cruz de cada día, con la alegría del que sabe que “El Señor es nuestro Pastor y que con Él nada nos puede faltar” (Salmo 23,1).
El Señor es nuestro Pastor |
REFLEXIÓN SÉPTIMA Para ser un buen cristiano, se debe ser un hombre o una mujer que esté dispuesto (o dispuesta) a vivir el Misterio de la Cruz en plenitud, porque “Por la Santa Cruz se salvó el mundo” (como rezamos en el “Via Crucis”). Hay que seguir el camino que pasa por la Cruz, como el camino de llevar, en toda su pureza, la Buena Noticia (el Evangelio), para tantos que necesitan de ella.
Por la Santa Cruz se salvó el mundo |
REFLEXIÓN OCTAVA La manera más auténtica de tomar la Cruz será amando a los que nos rodean, sin esperar nada a cambio; como Jesús, que no sólo lo dio todo por nosotros, sino que en la Cruz supo perdonar a los que de alguna forma intervinieron en su Pasión y Muerte.
Él lo dio todo por nosotros |
REFLEXIÓN NOVENA A tanto nos obliga la palabra de Jesús: “Toma tu Cruz y sígueme”; que, antes de perjudicar a un hermano, aun en lo más mínimo, debemos estar dispuestos a lo que sea necesario; porque en el abrazo a esa cruz que se nos presente, está nuestra respuesta positiva a Jesucristo, nuestro Hermano Mayor, que nos dice: “Sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto”(Evangelio de Mateo 5,48).
Toma tu Cruz y sígueme |
REFLEXIÓN DÉCIMA El camino de la Cruz o se recorre con mucho amor o se hace insoportable. No dudemos que al final está Jesús para acogernos, y no sólo en el último día, sino que esa acogida se nota al sentir interiormente la alegría de saber que estamos haciendo su voluntad y que Él está con nosotros.
El camino hacia la Cruz... Siempre con Amor |
REFLEXIÓN UNDÉCIMATodo cristiano está llamado por Dios a la santidad (Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Iglesia n. 39), lo cual implica una actitud responsable y comprometida con su fe; más aún, un cristiano ha de ser un testigo de Cristo en la profesión, en la familia, y entre los amigos y enemigos. En estos tiempos, cuando el hombre y la mujer están de vuelta de tantas cosas, y tan desengañados de un mundo en que el único dios es el poder y el dinero, es necesario que los cristianos seamos valientes en manifestar nuestra fe, y que oremos, y demos testimonio de lo que somos con nuestras conductas, con nuestros posicionamientos, con nuestros criterios y con nuestras acciones, diciendo de este modo a todos que Cristo vive y que su Buena Noticia (el Evangelio) sirve en todos los tiempos. El cristiano ha de manifestar ante los demás que es distinto de los que no lo son, y debe llevarles a la pregunta: ¿por qué?; para llegar a la conclusión de que se comporta así porque es un cristiano. Seamos tolerantes, lo cual no quiere decir que aceptemos todo lo que vemos y oímos, pero sí que comprendamos a los demás, y sepamos vivir la alegría de los hijos de Dios, ya que no hay nada más negativo que un cristiano triste. Viviendo así, cumplimos la misión apostólica que, como bautizados, tenemos (Concilio Vaticano II, Decreto sobre el Apostolado de los seglares).
Junto a la Cruz, el Evangelio debe estar siempre presente |
REFLEXIÓN DUODÉCIMA La oración es fundamental para la vida cristiana. Sin ella el contacto con Dios se resiente. La oración no es estar rezando continuamente oraciones hechas, sino hablar de modo espontáneo y estar en contacto íntimo con nuestro Padre Dios. La oración consiste en poner en sus manos nuestra vida con nuestras necesidades, y con nuestras gratitudes por tantos bienes recibidos. Orar es estar siempre en presencia de Dios conscientemente, porque seamos capaces de que nuestras obras, nuestros trabajos y nuestra convivencia con los demás las convirtamos en oración. En la Cruz Jesús se ofreció al Padre por nosotros en una oración sublime. Esta postura de oración continua es otra forma de tomar la Cruz de cada día, ayudando a los demás a llevar las suyas. Dios siempre escucha a sus hijos, como un buen Padre, por lo que siempre recibe nuestra oración y nos corresponde con su misericordia infinita, a pesar de nuestros muchos defectos; y aunque en algunos casos nos parezca sordo a nuestras súplicas; Él nos ama y nos atiende, no según nuestros criterios, sino según lo que más conviene a cada uno en cada momento. Pensemos que, para ayudarnos a llevar nuestras cruces, tenemos un Cireneo excepcional, el mismo Jesús. Así que, los cristianos no podemos desfallecer ni cansarnos en la oración.
Oración y Amor |
REFLEXIÓN DECIMOTERCERA En la anterior reflexión nos ocupamos de la oración personal, pero hemos de tener muy en cuenta que la oración comunitaria es especialmente agradable al Señor, que nos ha dicho: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Evangelio de Mateo 18,20), y también: “Si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará” (Evangelio de Juan 16,23). Lo dicho significa que es también necesario orar en común con nuestros hermanos cristianos, para que, unidos, presentemos toda la realidad de nuestra vida, con nuestros defectos y virtudes, ante Jesús y ante Ma-ría, su Bendita Madre. Es especialmente importante la participación comunitaria en la Eucaristía (Santa Misa), que es el centro de la vida cristiana, constituyendo la asamblea de cristianos, en la que pedimos unos por otros y damos gracias a nuestro Padre Dios. Esta participación en la Eucaristía es especialmente importante cada Domingo, el Día del Señor, en que se nos pide que los cristianos nos reunamos para escuchar la Palabra de Dios, darle gracias en la Gran Oración Eucarística, y recibir el Cuerpo de Cristo en la Comunión (Concilio Vaticano II, Constitución de Sagrada Liturgia n. 106). La Misa del Domingo es para todo cristiano el centro vital de la semana.
Juventud del Amor |
REFLEXIÓN DECIMOCUARTA La Cruz nos conduce al conocimiento del gran amor de Jesús hacia la humanidad, y en ese conocimiento debemos profundizar. Para conseguirlo, es necesario tener inquietud por una formación permanente en la vida cristiana, que se ejercita mediante lecturas de la Biblia y de otros libros, revistas y artículos que nos puedan ayudar a ello; así como con conferencias formativas, participación en grupos de vida cristiana, retiros espirituales y otras actividades semejantes. Lo importante es no descuidar una formación progresiva, en cuanto a conocimiento de la fe cristiana y a tratar de poner en práctica los valores que proclama el Evangelio.
La Cruz nos conduce al Amor de Dios |
REFLEXIÓN DECIMOQUINTA Donde esté un cristiano debe hacerse presente el mismo Jesucristo, porque con nuestra actuación sabremos poner en práctica, abrazando la Cruz, los principios de vida que aparecen en la oración que se ha atribuido a San Francisco de Asís: “Donde haya odio, ponga yo perdón, donde haya discordia, ponga yo armonía, donde haya error, ponga yo verdad, donde haya duda, ponga yo la fe, donde haya tiniebla, ponga yo la luz, donde haya tristeza, ponga yo alegría donde haya desesperación, ponga yo esperanza; que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar, en ser comprendido como en comprender, en ser amado como en amar; porque dando se recibe, olvidando se encuentra, perdonando se es perdonado, y muriendo se resucita a la vida. Así debemos ser los cristianos, quizá podamos parecer “bichos raros”; pero que de esta forma, los demás puedan decir: son consecuentes con la fe que dicen profesar.
Todos somos Amor |
CONCLUSIONES
CONCLUSIÓN PRIMERA Todo lo que se propone en las anteriores reflexiones, sólo se puede llevar a cabo cuando seamos hombres y mujeres conscientes, ya que para que exista un buen cristiano, primero tiene que haber una buena persona. Para ser una buena persona, ante todo como ser humano, se ha de sentir defensor de los derechos humanos: si ama lo que es justo y lo defiende, si es un buen ciudadano, si acepta y respeta las leyes, siempre que estas no conculquen algún legítimo derecho, si es tolerante y amante de la paz, si es prudente y magnánimo, si defiende el ecosistema de nuestro planeta, y si ama la libertad. Todo esto le lleva a ser consciente de sus obligaciones sociales, y en consecuencia, dispuesto a trabajar por el bien de la sociedad, cuando esta lo necesite Tiene que amar y respetar, como un gran bien, la libertad, que ha de saber ejercer con el límite de no impedir la libertad de sus semejantes. Ha de ser amante de los derechos y defensor de ellos, pero consciente de que estos derechos conllevan unas obligaciones. El que tiene esta forma de ser está en el buen camino para ser un buen cristiano, ya que sólo le falta impregnar sus posturas de la trascendencia de Dios. No podemos tomar la cruz sin ser conscientes de nuestra humanidad, que está abierta al gozo de ser Hijos de Dios. Tenemos, pues, que saber discernir cuándo hay que “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” (Evangelio de Mateo 22,21), porque debemos ser defensores siempre de lo que es justo.
"No paséis de largo ante el sufrimiento humano y tened siempre presente nuestro pilar fundamental: la CARIDAD." |
CONCLUSIÓN SEGUNDA Los cristianos tenemos la misión ineludible de ayudar a los demás, para que sean, ante todo, buenas personas; y además fieles a su vocación cristiana con todas sus consecuencias. Tratemos de ayudar a formar cultural y humanamente a los hombres y mujeres con los que convivimos y tratamos, y démosles a conocer a Jesucristo, nuestro Hermano Mayor, y su mensaje, para poder seguirle conscientes, alegres y confiados en su amor. Porque Jesús está con nosotros siempre, y su ayuda nunca nos faltará.
"Ahora subsisten la Fe, la Esperanza y la Caridad, estas tres... Pero la mayor de todas ellas es la Caridad" |
REFLEXIONES Y CONCLUSIONES PROPIAS PARA MIEMBROS DE HERMANDADES Y COFRADÍAS
REFLEXIÓN PRIMERA El cofrade debe ser fiel cumplidor de las Reglas de su Hermandad, a la que libre y voluntariamente pertenece. Tiene que tener en cuenta que, donde haya un cofrade, debe haber un testigo de Cristo ante los demás hombres y mujeres que lo rodean. Para lo cual debe ser, ante todo, humilde y servicial, sin caer en la falsa humildad o el servilismo. Por tanto, debe ser consciente de sus propios méritos y aptitudes, como dones de Dios, pero sin pretender por ello los primeros puestos, sino ser los primeros en estar siempre dispuestos a servir a los demás y a la Hermandad en aquello que en cada momento lo necesite, “Pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (Primera carta de Juan 4,20).
"Donde hay Caridad y Amor, ahí está Dios" |
REFLEXIÓN SEGUNDA El cofrade debe vivir su Hermandad como su comunidad en el seno de la Iglesia. En ella ha de encontrar dónde realizar su oración comunitaria, para obtener las fuerzas necesarias para abrazar la cruz de cada día con la alegría de sentirse hijo de Dios. Por consiguiente, debe participar en los actos de la Hermandad. Hemos de crecer en el conocimiento de nuestro Padre Dios y del hombre al que tenemos que servir, y esto sólo lo conseguiremos asistiendo a los actos de formación, ya que no podemos quedarnos en una fe infantil que no vaya creciendo.El otro punto que debe cuidar es el de la acción caritativa y social. Para ello debe estar dispuesto a colaborar con su aportación económica y con su oración y entrega personal. El cofrade siempre debe estar en posición de servicio, por lo que, si somos llamados a formar parte de la Junta de Oficiales, debemos aceptar como un servicio a favor de la Hermandad, y por tanto, de los hermanos. Esta postura irá de acuerdo con la de tomar la Cruz; y, como Jesús, hacer no sólo lo que nos sea grato, sino lo que el amor nos exige.
REFLEXIÓN TERCERA Por ser las Hermandades de Penitencia comunidades que tienen un claro sentido penitencial, hemos de estar dispuestos, mientras nuestras fuerzas físicas nos lo permitan, a realizar la Estación de Penitencia (o Procesión de Semana Santa), no como ostentación, no por “espíritu cofrade”, no por simple amor a nuestras “tradiciones”, ni siquiera por tradición familiar; sino por la razón de acompañar a Jesús y a María, su Bendita Madre, como cristianos en camino de conversión que peregrinan hacia la casa del Padre, y que quieren testimoniar públicamente su fe. De ahí que seamos humildes y no solicitemos puestos de privilegio en la Estación de Penitencia (o Procesión), sino que estemos dispuestos a ocupar el lugar que se nos señale con alegría, ya que esa pequeña cruz nos hará más semejantes al Señor y a la Virgen que acompañamos, y que no vinieron a ser servidos, sino a servir. Quien no proceda de esta forma no ha entendido nada sobre el Misterio de la Cruz de Cristo, a quien veneramos. No olvidemos que los primeros serán los últimos.Nuestro espíritu cofrade nos exige sacrificar nuestro gusto, para que nuestro discurrir penitente sea acorde con nuestra auténtica devoción.
REFLEXIÓN CUARTA Otra forma de abrazar la Cruz es no pretender, a toda costa, ocupar cargos que nos supervaloren ante los demás hermanos; y mucho menos, realizando subrepticiamente actividades o comentarios que, de alguna manera, puedan perjudicar a otros hermanos, en una búsqueda bastarda de nuestro interés personal. Pero, no obstante, debemos aceptar sin falsos remilgos y con un criterio auténtico de servicio a la Hermandad, cuando nos elijan para un determinado oficio o labor, dispuestos a cumplir con las obligaciones que podamos contraer, siempre que creamos que podemos ser útiles; y no sólo aceptar, sino ofrecernos, pero sin sentirnos heridos, si se escoge a otro hermano. Esto es también una forma de abrazar la Cruz. No sintamos que otros lleguen antes, pero en lo que deberemos estar dispuestos siempre es en el servicio a los demás, teniendo muy presente que “Los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos” (Evangelio de Mateo 20,16).
REFLEXIÓN QUINTA En las Hermandades se organizan charlas formativas, retiros, debates y otras actividades semejantes, que ayudan a sus miembros a profundizar sobre posturas a tomar ante las diversas situaciones que puede presentar la sociedad en la que vivimos. Estas actividades nos llevarán a enriquecer ese conocimiento y, como resultado, a cimentar nuestra fe. De ahí la necesidad de participar en dichas actividades, para estar así preparados a llevar mejor la Buena Noticia (el Evangelio) a toda la humanidad. Además será una manera de abrazar la pequeña cruz que puede significar la asistencia a estos actos, y ayudar a llevar las suyas a los hermanos que los han organizado, para facilitarnos los medios de formación que necesitamos. También debemos estar dispuestos a colaborar con las obras de caridad de nuestra Hermandad con nuestras aportaciones económicas y personales, “Pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (Primera carta de Juan 4,20), como anteriormente se ha recordado.
Mari Carmen Ledesma, Pregonera de la Semana Santa de Málaga 2012 ..."y de todas Ellas, la mayor: su Bendita y Dulce CARIDAD" |
CONCLUSIÓN PRIMERA A los miembros de la Junta de Oficiales el Señor les pide que, como hermanos, deben hacer suyas todas las reflexiones anteriores, y han de tener presente la gran responsabilidad de no sentirse nunca con el poder de gobernante, del superior ajeno a los demás, sino como servidores de todos ellos, y sentir la responsabilidad de cuidar de la conservación del espíritu de la Hermandad en su íntimo ser, en sus manifestaciones externas, y en los actos que, para la Hermandad, constituyan una auténtica tradición, de acuerdo con el espíritu que dio origen a las Hermandades de Penitencia. Han de estar también dispuestos siempre a adaptar la vida de la Hermandad a las exigencias de los tiempos, en sintonía con la Iglesia y sus disposiciones, a tenor de las circunstancias de tiempo y lugar, y de exigencia pastoral. Es necesario conectar con los hermanos, informándoles, escuchándoles, y tratando siempre de atender sus justas peticiones, sin olvidar que, en la Hermandad, el Cabildo General es soberano, y que la Junta de Oficiales es el órgano ejecutivo de la Hermandad, a la cual en todo momento debe servir.
CONCLUSIÓN SEGUNDA Es necesario recordar al Hermano Mayor que tenga muy presente que el único Hermano Mayor es Jesús; y que, al que es nombrado como Hermano Mayor, le toca, en cierto modo, ser representante del mismo Cristo ante todos los hermanos, por lo que siempre debe procurar ser justo, amable, comprensivo y responsable; ya que, como capitán, debe conducir la nave de la Hermandad siempre dentro de la fidelidad a Cristo y a su Evangelio. Debe sentirse el primer servidor de los hermanos, y no olvidar que es “primus inter pares”; es decir el primero entre iguales.
CONCLUSIÓN FINAL El objetivo que me ha movido a la adaptación del libro de D. Antonio Soto Cartaya “Reflexiones ante la Vera-Cruz” ha sido ofrecer una ayuda, para que en la vida de muchos cristianos de nuestro tiempo, entre ellos los miembros de Hermandades y Cofradías, se realice lo que anunció Jesús antes de su Pasión: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir (Evangelio de Juan 12,32-33). Desde que Jesucristo dio su vida por nosotros en la Cruz, muchísimos hombres y mujeres, a lo largo de toda la historia, se han sentido fuertemente atraídos por Él. Para recordar algunos más significativos, pensemos, ante todo, en el Apóstol San Pablo, así como en San Francisco de Asís, San Juan de Ávila, San Ignacio de Loyola, San Juan de la Cruz y Santa Ángela de la Cruz. Esta atracción de Jesucristo Crucificado continúa también en la actualidad; en efecto, los cristianos sabemos que la Muerte de Cristo en la Cruz, lejos de ser un fracaso y un trágico final de su vida, como pretendían los sacerdotes y autoridades judías, ha sido una victoria sobre todo aquello que impide al ser humano su plena realización como tal. Jesús, dando su vida por todos, ha vencido la muerte y el pecado, y ha abierto para todo ser humano un camino de plena realización.
Esta victoria de Cristo se ha manifestado en su Resurrección, que los cristianos no la contemplamos como algo separado de su Pasión y Muerte: ya que la Pasión, Muerte, y Resurrección de Jesucristo constituyen lo que llamamos los cristianos el “Misterio Pascual”, que es el centro de nuestra fe, y la realidad que percibimos que da sentido a toda nuestra vida, incluyendo lo que en ella nos corresponda sufrir y padecer, como propio de la condición humana, y por nuestra fidelidad al mismo Jesucristo. José María Rodríguez-Izquierdo
Libro "Reflexiones ante Cristo Crucificado"
Fotografías de Cofradía del Amor y la Caridad La Tribuna y Diario Sur
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