Septiembre, es para la Cofradía del Amor y la Caridad, un més plagado de celebraciones y actos en torno a San Agustín y a Nuestra Señora de la Caridad,
més donde se celebran sus festividades.
Por ese motivo traemos a este espacio estas reflexiones que nos puede servir en nuestro día a día.
Agustín ha sido llamado en Occidente el Doctor de la caridad. Sobre esta virtud ha centrado su pensamiento y penetrado toda la Edad Media de su doctrina. La caridad es para él una llama compuesta de amor y luz, que vienen de Dios.
Ciertamente, amor y caridad son equivalentes en varios textos de san Agustín; sin embargo, también en ocasiones las ha distinguido para plantear cierto itinerario que va de lo humano a lo divino, de lo terreno a lo celestial (De civ. Dei XIV, 7). caritas ycupiditas expresan la vida afectiva de los hombres.
Iglesia San Agustín - Málaga |
Existe en el hombre un foco de energía elemental, que es el amor a la felicidad… de la que es inseparable el deleite (De mus VI 11, 29). «El amor, pues, de todos los bienes creados exige una referencia a Dios como condición del buen uso de ellos, de los que puede gozarse o usar con deleite, mas sin poner en ellos el último fin» (Capanaga, 1974: 288). Para Agustín es lícito disfrutar de los bienes creados siempre y cuando esto nos acerque a Dios. La felicidad se constituye en el motor natural de la existencia humana, y ésta está orientada a la posesión de su creador; sin embargo, el hombre puede hacer de los medios, fines y hacer de los bienes contingentes bienes absolutos. A partir de esta experiencia Agustín distingue entre el amor dirigido a Dios (caritas) y el amor dirigido a las criaturas (cupiditas). La caridad, por tanto, es definida como el amor bien ordenado.
Este orden en la caridad tiene tres momentos o estadios:
1. El sujeto humano, quien movido por el deseo de verdad, bien belleza experimenta una tensión interior que lo lanza a buscar lo que le falta.
2. La búsqueda en sí del bien deseado; el cual ejerce sobre el sujeto su propia atracción. De aquí viene la noción de afecciones del alma, que reduce a cuatro principales: gozo o alegría, tristeza, temor y deseo. El movimiento no se le impone desde fuera, sino desde dentro como fruto de su ser racional.
3. La posesión del fin o fruición de la vida feliz, el cual expresa con el verbo tendere: «Ahora tendemos a Dios por el amor para descansar en El cuando lleguemos» (De civitate Dei X 3,2).
Para Agustín hay una caridad de Dios para con nosotros y otra caridad infundida en nuestros corazones por la que podemos amar lo que es bueno.
La división de las cosas que son objeto de amor
«Hay unas cosas de las que se ha de gozar, otras de que se ha de usar, y otras que se usan y gozan. Las primeras nos hacen dichosos. Las segundas, de las que se ha de usar, nos ayudan a tender a la vida feliz, nos sirven como de adminículos para que podamos conseguir las cosas que nos hacen bienaventurados y permanecer en la unión con ellas. Pero nosotros -que gozamos y usamos-, puestos entre ambas, si ponemos nuestro fin último en las cosas útiles, se impide nuestra carrera, y a veces también se desvía, ora retardándose en el logro de las cosas de que hemos de gozar, ora también haciéndonos retroceder impedidos por el amor de las cosas inferiores» (De doctrina cristiana I 3).
El amor comprende las cosas superiores, que son las que en sentido propio nos proporcionan la felicidad y nos conducen a nuestro fin último, que es la fruición divina; las segundas son las que somos capaces de usar y gozar; y por último, las cosas inferiores a nosotros, que también pueden disfrutarse y usarse.
La vía de la caridad
Para Agustín la caridad con el prójimo era un método ascético de purificación de los ojos para ver a Dios (In Io ev tr 17,8). El amor a los demás se inserta en el misterio de Cristo, ya que él ha creado una forma nueva y solidaria de encuentro basado en la fraternidad, especialmente con los más débiles.
La religación con la humanidad se realiza a través de las obras de misericordia. El texto del juicio final (Mt 25,34) ha sido utilizado por san Agustín con mucha frecuencia.
Hanna Arendt en su obra el concepto de amor en san Agustín, describe un desplazamiento de la temática del amor al de la caridad fraterna. Considera que la condición de obispo lo obligó a reflexionar, desde el rol que asumió dentro de la iglesia; sin embargo, también se puede considerar la caridad como un perfeccionamiento.
La norma en el amor
El amor, según san Agustín, tiene cuatro dimensiones: Dios, uno mismo, el otro y la naturaleza. «Como hay que amar cuatro cosas: lo que está sobre nosotros, lo que somos nosotros, lo que está junto a nosotros, lo que está bajo nosotros; sobre lo que se refiere a nuestro amor propio y el de las cosas inferiores no se ha dado ningún mandamiento» (Sobre la doctrina cristiana, I 22). Los dos primeros se nos han dado como precepto debido a que nuestra naturaleza tiende a absolutizar los dos siguientes.
También Agustín concibe los preceptos como una unidad; porque no se puede amar al prójimo, si no se ama a Dios; y no se puede amar a Dios, a quien no vemos, si no tenemos caridad con el prójimo a quien tenemos a nuestro lado. Sin embargo, aunque el amor a Dios y al prójimo tenga el mismo origen celestial, no abrazan del mismo modo a uno y a otro. Los dos objetos son muy diversos, el amor al prójimo se considera siempre un subordinado del amor a Dios.
Para Agustín la caridad es fuente de fraternidad.
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