"La Familia: una página del Evangelio para nuestro tiempo"

jueves, 17 de enero de 2013

Creo que Dios es Amor



Carta del Obispo de Plasencia, D. Amadeo Rodríguez Magro, titulada "CREO QUE DIOS ES AMOR".

Se trata de una Carta que se incardina dentro de los escritos propios de este Año de la Fe que estamos viviendo, y D. Amadeo lo sintetiza en una frase:

"...pongamos la 'cuestión de Dios' en nuestra vida y digamos alto, para nosotros y para los que nos rodean, y digámoslo también hacia lo Alto: "Creo en Dios".




Queridos diocesanos:

En más de una ocasión el Papa Benedicto XVI ha invitado a plantear en el mundo “la cuestión de Dios”. Impresiona que sea el mismo Papa el que haga esta invitación. Eso supone que conoce bien el mundo que le rodea, que conoce la situación de la fe en el mundo. Y tengo, por otra parte, la impresión de que no sólo la conoce sino que sabe muy bien cómo hay que situarse ante ella: a grades males, grandes remedios.


Ante la crisis de fe, con todas sus causas y todas sus manifestaciones y consecuencias, no ve el Santo Padre otra solución que una pastoral de la fe, de la confesión y de la transmisión dela fe. Ypara ellos nos acaba de convocar, en el clima dela Nueva Evangelización, al Año dela fe. Noha invitado a un impulso espiritual y pastoral para una renovación del anuncio de Jesucristo que todos estamos llamado a hacer en los escenarios en los que se mueve la vida social, y en los que hoy la cuestión de Dios ha perdido arraigo, hasta diluirse en unos casos y, en otros, manifestarse en pobres expresiones y hasta en grandes contradicciones.

No quiero, sin embargo, entrar en la crisis de Dios que se vive en nuestro tiempo; lo que sí quiero es acoger la invitación que el Santo Padre nos hace ante esta situación: pongamos “la cuestión de Dios” en nuestra vida y digamos alto, para nosotros y para los que nos rodean, y digámoslo también hacia lo Alto: “Creo en Dios”. Es posible que al sonido de nuestra “confesión de fe” nos encontremos, tanto al interior de nuestro corazón como por parte de quienes nos escuchen, con un eco que nos hace una pregunta, que hoy está demandado una respuesta clara y vital: “¿Qué quieres realmente decir cuando confiesas tu fe en Dios? Hoy más que nunca es necesario purificar la imagen de Dios que vivimos y proclamamos, porque no siempre es acertada, no siempre decimos y vivimos lo que Dios realmente es, lo que él deberíamos saber por sus propias manifestaciones, por las palabras de vida de su Hijo Jesucristo y por las referencias que hemos recogido en la Iglesia, en la educación cristiana que cada uno haya recibido.

La respuesta que en principio nos venga a la mente, seguramente ha de ser teórica, reflejada en una definición que recoge ideas, que hace razonable, en la medida de lo posible, la imagen de Dios. Sería muy bueno que eso fuera así; pero, sin olvidar que cualquier definición de Dios ha de pasar por la vida de quienes la confesamos, porque la “cuestión de Dios” ha de pasar por nuestro corazón antes de ser formulada en ideas y dicha con la boca.

A la respuesta de lo que quiero decir al confesar mi fe en Dios, le puedo añadir lo que llamamos atributos de Dios. Si me acerco al Catecismo le puedo llamar Padre, Creador, Señor, etc. Pero tendremos tiempo en otras cartas de entrar en esas manifestaciones de Dios para mí y para todos los seres humanos. De momento, os invito a que en la respuesta que ofrezcamos digamos sólo lo que es Dios en sí mismo, en su intimidad y en su manifestación esencial en mí vida. Porque Dios, en efecto, se autocomunica con nosotros, nos dice quien es Él. No obstante, yo no puedo saber nada sobre Dios, si no me abro a su verdad, si no entro en su intimidad, porque Dios prepara el corazón del hombre para que pueda entrar en relación con Él, para que pueda conocerle. Nuestra imagen de Dios depende de la experiencia de Dios que cada uno tenga. Una experiencia que tengo porque Él está en mí por una decisión suya que tiene una raíz y una razón: su amor.

Por eso hoy, y para empezar, el credo que os propongo ir rezando conmigo comienza con una confesión de fe primaria: Creo en Dios que es amor. Creo en el Dios que experimento al sentirme amado incondicionalmente por Él, creo en ese Amor que afecta a lo más íntimo y personal de mi vida. Evidentemente esto solo es perceptible cuando se cree en Dios con el corazón de Cristo, cuando se ve a Dios con sus ojos de Hijo. Alguien muy cercano a él, el discípulo que se sintió profundamente amado por Jesús y, por eso, supo cómo era el amor del Padre, en el famoso “capítulo cuarto, versículo ocho, primera de Juan” lo manifiesta en toda su verdad, hondura y consecuencias: “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”.

Seguiremos concretando nuestra fe en Dios; pero, de momento, quedémonos con esta definición esencial de Dios en sí y de Dios en mí: Creo en Dios, que es amor. Con el Dios amor nos irá bien y creceremos en el camino de la santidad. Enrealidad, cuando ahondamos en las vidas de los santos, para ellos Dios es siempre amor. Por razón de espacio no puedo citaros a muchos, pero os dejo esta preciosa perla de San Juan de la Cruz: “Porque de Dios no se alcanza nada si no es por amor”. Porque “el alma que ama tiene a Dios por prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere”. Para San Juan de la Cruz, con Dios solamente es posible el trato de amor.

Como no podía ser de otro modo, también el Catecismo de la Iglesia Católica (compendio y YUCAT), al invitarnos a confesar nuestra fe en Dios, nos propone responder a una pregunta que previamente tendríamos que haber asimilado en la experiencia cotidiana de nuestra relación con Él: ¿En qué modo Dios revela que Él es amor? “Dios se revela a Israel como Aquel que tiene un amor más fuerte que el de un padre o una madre por sus hijos o el de un esposo por su esposa. Dios en sí mismo «es amor» (1 Jn 4, 8.16), que se da completa y gratuitamente; que «tanto amó al mundo que dio a su Hijo único para que el mundo se salve por él» (Jn 3, 16-17). Al mandar a su Hijo y al Espíritu Santo, Dios revela que Él mismo es eterna comunicación de amor” (n.42).

Cuando la iniciativa amorosa de Dios pasa por mi vida, yo puedo decir en mi oración y en mi confesión pública de la fe: Dios es amor.

Con mi afecto y bendición.

+ Amadeo Rodríguez Magro

Obispo de Plasencia


jueves, 10 de enero de 2013

El Cuarto Rey Mago


Cuenta la leyenda de la imaginación , que hubo un cuarto Rey Mago que llegó tarde a la cita con los otros tres por ayudar a un anciano. Se desplazó por sus propios medios a Belén, pero la Sagrada Familia había partido ya hacia Egipto, en donde intentó buscarlos infructuosamente, pues siempre se enredaba ayudando a algún necesitado. Habiendo vuelto de nuevo a su lugar de origen, los tres Reyes Magos le contaron todo sobre el Niño Jesús, y en su corazón se prometió encontrarlo. Cuando después de 30 años oyó lo que se comentaba del profeta de Galilea, quiso verlo.




Desafortunadamente, nunca llegaba en el momento oportuno, pues siempre tenía que atender las miserias que iba encontrando en el camino.
Por fin, ya anciano, alcanzó a ver a Jesús subiendo al Gólgota, y le dijo: «Toda mi vida te he buscado sin poder encontrarte».
Jesús contestó: «No necesitabas buscarme, porque tú siempre has estado a mi lado».

Al hilo de esta narración, recordamos una frase de un gran buscador de la verdad que mantuvo una actitud de búsqueda a través de los descubrimientos o señales que iba encontrando en la naturaleza y que durante toda su vida como este cuarto rey, recorrió, caminos entre la razón y la fe y consiguió descifrar en actitudes, su vida:«Una fe que no tenga nada que decir hoy, que no interese a nadie, que no resulte contagiosa, es una fe enferma, o incluso muerta. Jesús es siempre el «eterno descubrimiento» (Teilhard de Chardin).


Melchor, Gaspar y Baltasar se lanzaron de lleno a la arriesgada aventura de buscar a Dios. Eran almas en camino, a la espera. Sortearon desiertos, dificultades, obstáculos, emboscadas, pero llegaron. 
Nosotros hoy, también vamos siguiendo caminos, estrellas para conseguir salir de las dificultades, de la crisis, pero nos cuesta conseguirlo, porque entre otras cosas nos falta decisión, empuje, convencimiento y que son los demás quienes tienen que hacer el camino, pensamos.

Los Reyes no saben cuál es la meta final, pero se ponen encamino. Hay una esperanza.
«Cuando llegan a su meta: entran y ven, se postran y adoran, abren y ofrecen, acciones nacidas de una inmensa alegría y expresan el dinamismo que emerge en todo búsqueda de Dios en nuestro mundo: salir de nosotros mismos, adentrarnos en el espesor de cada vida, levantar los ojos y mirar, descubrir la belleza y la vida en lo más pequeño y sentir que esa visión provoca la reverencia y la alabanza»




Hemos de descubrir dentro de nosotros la estrella de Jesús, que es camino tortuoso; hay subidas, bajadas, repechos, curvas cerradas. A veces se oculta la estrella y viene la atonía, el desencanto. 
En estos tiempos necesitamos redescubrir la estrella, volviendo a nuestro interior. No la busquemos en el ruido o bullicio exterior En este año sigamos la estrella. Pero no lo olvidemos: la estrella está dentro de nosotros. Y por otra parte ¿ nos os parece que tendríamos que ser estrellas para los demás? , ¿acaso en nuestras vidas ciertas personas no han sido estrellas que nos condujeron hacia Jesús?... 

Permitidme exhortaros a que en el año 2013 seamos continuamente reyes magos que, siguiendo a la estrella de la fe, hagamos de nuestra vida una continua ofrenda a Dios. 

Ntra. Sra. de la Caridad y el Stmo. Cristo del Amor...Estrellas de nuestra Fe

Que diariamente ofrezcamos al Señor el oro de nuestros dones, la mirra de nuestra esperanza y el incienso de nuestra oración. Y por otra parte os animo a que seamos pequeñas estrellas que, desde nuestra humilde fe, evangelicemos nuestro mundo tan falto de Dios. Os deseo lo mejor para el nuevo año, que la Fe nos una más. Reitero mi agradecimiento a todos los que participáis de este "nuestro blog".


Fuente: Adrián Sanabria Mejido
Delegado Episcopal para el Año de la Fe en la archidiócesis de Sevilla